viernes, 27 de febrero de 2015

balada de la placeta


Cantan los niños
en la noche quieta:
¡Arroyo claro,
fuente serena!


Los niños

¿Qué tiene tu divino
corazón en fiesta?

Yo

Un doblar de campanas
perdidas en la niebla.

Los niños

Ya nos dejas cantando
en la plazuela.
¡Arroyo claro,
fuente serena!

¿Qué tienes en tus manos
de primavera?

Yo

Una rosa de sangre
y una azucena

Los niños

Mójalas en el agua,
de la canción añeja.
¡Arroyo claro,
fuente serena!

¿Qué sientes en tu boca
roja y sedienta?


Yo

El sabor de los huesos
de mi gran calavera.

Los niños

Bebe el agua tranquila
de la canción añeja.
¡Arroyo claro,
fuente serena!

¿Porqué te vas tan lejos
de la plazuela?

Yo

¡Voy en busca de magos
y de princesas!

Los niños

¿Quién te enseñó el camino
de los poetas?

Yo

La fuente y el arroyo
de la canción añeja.

Los niños

¿Te vas lejos, muy lejos
del mar y de la tierra?

Yo

Se ha llenado de luces
mi corazón de seda,
de campanas perdidas,
de lirios y de abejas,
y yo me iré muy lejos,
más allá de esas sierras,
más allá de los mares,
cerca de las estrellas,
para pedirle a Cristo
Señor que me devuelva
mi alma antigua de niño,
madura de leyendas,
con el gorro de plumas
y el sable de madera.

Los niños

Ya nos dejas cantando
en la plazuela
¡arroyo claro,
fuente serena!

Las pupilas enormes
de las frondas resecas
heridas por el viento
lloran las hojas muertas.


Libro de poemas - Federico García Lorca


lunes, 23 de febrero de 2015

árboles

¡Árboles!

¿Habéis sido flechas
caídas del azul?

¿Qué terribles guerreros os lanzaron?

¿Han sido las estrellas?

Vuestras músicas vienen del alma de los pájaros,
de los ojos de Dios,
de la pasión perfecta.

¡Árboles!

¿Conocerán vuestras raíces toscas
mi corazón de tierra?

Libro de poemas - Federico García Lorca



jueves, 19 de febrero de 2015

creo en las noches

Creo en lo nunca dicho todavía.
Quisiera liberar mi sentir más piadoso.
Lo que ninguno aún a querer se atrevió
se me hará natural en un día futuro.

Si esto es desmesurado, perdóname, Señor.
Pero yo solamente te quiero transmitir;
como instinto ha de ser mi mejor fuerza,
tan sin ira y sin miedo;
pues es así  como los niños te aman.

El libro de las horas - R. M. Rilke