viernes, 16 de noviembre de 2018

gotas

¿Se hieren y se funden?

Acaban de dejar de ser la lluvia.

Traviesas en recreo,
gatitos de un reino transparente,
corren libres por vidrios y barandas,
umbrales de su limbo,
se siguen, se persiguen,
quizá van, de soledad a bodas,
a fundirse y amarse.

Trasueñan otra muerte.


sábado, 10 de noviembre de 2018

la semilla


Cuando veas inclinarse a dos hombres
y depositar un puñado de tierra en la mesa,
están haciendo un trueque más viejo que la sal
y la semilla deja de ser semilla
para convertirse en el largo sueño
de las lechuzas que nunca duermen.
Y al fondo de la tierra vuelve de nuevo
como esos granos comidos por los pájaros
sin saber si son pájaros o son gotas de lluvia.
Tócala. Todos la tocamos para que sea la semilla.
Es suave y áspera como el dorso y la palma de la mano.
La acariciamos con respeto haciéndola más libre
guardándola sin respirar en nuestro soplo.
Y quisiéramos mojarnos la frente y los labios con ella
como en esa fuente de donde nacen todos los ríos,
acostando la cabeza en esa tierra alada
para soñar con todos los que hicieron lo mismo.
Es inasible. Es el polvillo de las viñas cerniendo
y se deshace entre los dedos como la plumilla de cardo
o los granos de aromo, esos visitantes nocturnos
que perfuman la lámpara y las tinieblas del hombre.
Y es la simiente guardada debajo de la lengua
cuando en la noche escuchamos nuestro aliento.
Es el puñado de polvo que queda de nosotros
y que alguien quisiera soplar alguna vez
con un fugaz, irresistible y oscuro deseo de sentir
que la ceniza vive en la ceniza del pan.
Y es la semilla posada en el hueco de la mano
como el pájaro que vuela en busca de la primavera.
Que vuela antes de ser nombrado por el viento
cuando el sol cumple los años de la noche.