viernes, 9 de febrero de 2018

elegía

Más solo y más desnudo que el sol,
ebrio de aromas, vacío de promesas,
solamente veo altas murallas,
mar volcado en el desorden final
de la hueca dulzura estremeciéndose.
Soñé que el mundo era un preguntar sin causa
y que yo mismo no tenía otra cosa
que una lengua famosa en el mentir
¿Cómo habré de medir, con qué otra vara
la oscuridad final de mi silencio?
Ebrio de extremaunción, miro a la abeja.
Partiendo de lo alto miro al fondo
de un racimo de néctar clausurado.
La misma vida se extravía en esferas,
círculos para nacer, para morir,
bajo la invocación final de tantas hojas,
Me interesa morir, es mi negocio.
Equivocado anduve en este pacto.
Silencioso me iré como he llegado
sin comprender ni el fin ni los comienzos
Una mañana entreverada en mástiles
supe que el muerto gris era yo mismo.
Hasta qué punto es todo orden y ritmo,
no lo sabré si me abro a esta mañana
que suscita desorden en mi lengua.
La tierra toda vive con sus muertos
en resplandor quieto de mieles
y pegajosa paz en sus espumas.
No es hora de pensar ni de vivir
cuando pudiera soñar la muerte en vida
y la vida en su haz, en muerte pura.