lunes, 16 de marzo de 2015

el libro de la peregrinación

Cuando por la ventana una cosa se cae
(incluso la más mínima)
¡Cómo se precipita la ley de gravedad,
tal un viento marino, en su violencia,
en cada bola, en cada baya,
y las lleva hacia el núcleo de la tierra!

A cada cosa la vigila
una bondad dispuesta al vuelo,
igual que a cada piedra y cada flor
y a cada niño, por la noche.
Sólo nosotros, por orgullo,
escapamos de algunas relaciones
hacia el vacío espacio de breve libertad,
en lugar de, entregados a inteligentes leyes,
enderezarnos como un árbol.
En lugar de alinearse, dócil y silencioso,
en las vías más amplias,
uno va a vincularse de diversas maneras;
y quien de todo círculo se excluye
está ahora indeciblemente solo.

Debe aprender entonces de las cosas,
y volver a empezar igual que un niño,
porque ellas, tan queridas para Dios,
nunca se han alejado de él.
Tiene que ser capaz otra vez de caer
descansar con paciencia sobre la gravedad,
el que osó anticipar
el vuelo de los pájaros.

El libro de las horas - R.M.Rilke


miércoles, 11 de marzo de 2015

viajes, vigilias

Izamos la bandera de la nieve
en nuestros huesos,
-las estrellas de la muerte río arriba-
y caímos al barranco.
Fuego hicimos,
blanco fuego
en la noche aullante de las piedras.
Cómo te llamas, río.
Cuál es tu nombre, árbol.
Dónde te mueres, viento.
Escuchan los caballos ahora
el rumor de nuestra sangre
en el sueño.
Mañana uno de ellos caerá
bajo el hacha de nuestra hambre.
En la roca lucirá su cráneo
como un sol diminuto
en el limpio amanecer de las montañas.

Reducciones - Jaime Huenún


miércoles, 4 de marzo de 2015

Carnet de identidad


Escribe

que soy árabe,

y el número de mi carnet es el cincuenta mil;

que tengo ya ocho hijos,

y llegará el noveno al final del verano.

¿Te enfadarás por ello?

Escribe

que soy árabe,

y con mis camaradas de infortunio

trabajo en la cantera.

Para mis ocho hijos

arranco, de las rocas,

el mendrugo de pan,

el vestido y los libros.

No mendigo limosnas a tu puerta,

ni me rebajo

ante tus escalones.

¿Te enfadarás por ello?

Escribe

que soy árabe.

Soy nombre sin apodo.

Espero, con paciencia, en un país

en el que todo lo que hay

existe airadamente.

Mis raíces,

se hundieron antes del nacimiento

de los tiempos,

antes de la apertura de las eras,

del ciprés y el olivo,

antes de la primicia de la hierba.

Mi padre…de la familia del arado,

no de nobles señores.

Mi abuelo era un labriego,

sin linaje  ni genealogía.

Me mostró el orgullo del sol

antes de enseñarme a leer.

Mi casa es una choza campesina

de cañas y maderos,

¿te complace mi condición?…

Soy nombre sin apodo.

Escribe

que soy árabe,

que tengo el pelo negro

y los ojos castaños;

que, para más detalles,

me cubro la cabeza con un kuffiah;

que son mis palmas duras como la roca

y pinchan al tocarlas.

Y me gusta el aceite y el tomillo.

Que vivo

en una aldea perdida, abandonada,

sin nombres en las calles.

Y cuyos hombres todos

están en la cantera o en el campo…

¿Te enfadarás por ello?

Escribe

que soy árabe;

que robaste las viñas de mi abuelo

y la  tierra que arábamos,

yo, con todos mis hijos.

Que sólo nos dejaste

estas rocas…

¿Va a arrebatármelas  tu gobierno también,

como se dice?…

Escribe, pues…

Escribe

en el comienzo de la primera página

que no aborrezco a nadie,

ni a nadie robo nada.

Mas, que si tengo hambre,

devoraré la carne de quien a mí me robe.

¡Cuidado, pues!…

¡Cuidado con mi hambre,

y con mi ira!