martes, 4 de agosto de 2020

nadie, ni siquiera la lluvia


En algún lugar al que nunca he viajado,
felizmente más allá de toda experiencia,
tus ojos tienen su silencio:
En tu gesto más frágil hay cosas que me encierran
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca.
Con una ligera mirada me liberas.
Aunque me haya cerrado como un puño,
siempre abres, pétalo a pétalo, mi ser,
como la primavera abre con misteriosa destreza su primera rosa.
O si deseas cerrarme, yo y
mi vida nos cerraremos muy hermosa y súbitamente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve cayendo cuidadosamente por doquier.

Nada que hayamos de percibir en este mundo iguala
la fuerza de tu intensa fragilidad, cuya textura
me somete con el color de sus campos,
retornando a la muerte y la eternidad con cada respiro.
(Ignoro tu destreza para cerrar y abrir,
solo algo en mí entiende
que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas)
Nadie, ni siquiera la lluvia tiene manos tan pequeñas.



domingo, 2 de agosto de 2020

supervisores celestiales


¿Cuentan mis pasos meticulosamente?
¿Han llegado a una cifra
de muchos ceros separados por puntos?
¿Podría yo haber caminado hasta la estrella más cercana?
Recuérdenme, por favor,
uno de mis primeros pasos,
quiero el traje planchado que usaba ese día
quiero que mi madre me coja la mano firmemente.

Esa debe ser mi abuela ahí
en el ataúd abierto. Sus manos están agrietadas
de tanto fregar
el suelo que caminamos con zapatos negros.

Los tres pasitos que di entonces
para que pudiera ser levantado y besarla,
y los tres igualmente pequeños que di para retroceder...
¿Todavía resuenan en magnitudes que retroceden eternamente?

¿Podría este tremendo perro sentado como esfinge
junto a la gris costa atlántica
todavía oír el crujir de mis zapatos nuevos
al otro lado del mundo?

(De "Gods and Devils", 1990)