lunes, 28 de mayo de 2018

elogio de la sombra

La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
puede ser el tiempo de nuestra dicha.
El animal ha muerto o casi ha muerto. 
Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla.
Buenos Aires,
que antes se desgarraba en arrabales
hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas
que aún llamamos el Sur.
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras,
no hay letras en las páginas de los libros.
Todo esto debería atemorizarme,
pero es una dulzura, un regreso.
De las generaciones de los textos que hay en la tierra
sólo habré leído unos pocos,
los que sigo leyendo en la memoria,
leyendo y transformando.
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,
convergen los caminos que me han traído
a mi secreto centro.
Esos caminos fueron ecos y pasos,
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,
días y noches,
entresueños y sueños,
cada ínfimo instante del ayer
y de los ayeres del mundo,
la firme espada del danés y la luna del persa,
los actos de los muertos,
el compartido amor, las palabras,
Emerson y la nieve y tantas cosas.
Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,
a mi álgebra y mi clave,
a mi espejo.
Pronto sabré quién soy.



jueves, 17 de mayo de 2018

solo quiero morir en mi tierra

Solo quiero morir en mi tierra,
que me entierren en ella,
fundirme y desvanecerme en su fertilidad
para resucitar siendo hierba de su suelo,
hecha flor, con la que juegue
la mano de algún niño crecido en mi país.

Me basta con seguir en el regazo de la tierra
siendo tierra hierba o flor.


sábado, 12 de mayo de 2018

el carpintero

Allá en el sur, allá donde el barro
es el único sendero hacia los pueblos,
allá donde los árboles caen con la lluvia
y los pájaros ven la muerte de sus nidos.

un hombre mide las tablas, toma una,
la marca: el serrucho une al mundo
en ese corte.

Luego nace una ventana,
una puerta que abre Dios en esta noche.

En el alma de la tierra
están los pueblos,
con las huellas de su vida
que van lejos.

Luego observa aquella mesa en la madera:
el cepillo empareja hasta el silencio
y se arrastra la viruta por la tierra.

Está solo. El martillo hunde los clavos.
Las heridas que se abren en un hombre:
son las suyas.



lunes, 7 de mayo de 2018

observando a los escarabajos y a las hormigas

Observando los escarabajos y las hormigas,
que tienen vida también,
es un milagro que un virus no está vivo,
a menos que no entendamos
lo que es la vida, lo cual probablemente no hacemos,
tampoco estamos seguros si una piedra está viva,
pero tiene algo de espíritu
o se le ha dado algo de espíritu
por sabe uno quién o qué,
y ese razonamiento nos lleva solo
a tranquilizar nuestra alma
que está en llamas con el misterio de la duda.

Largos días de verano,
parece que nada podrá soportarlo
cuando lágrimas de amor de tu solitario
lenguaje unas pocas palabras de gracia
o perdón, o de días violentos
y sangre del inocente derramada,
la pequeña redención del mártir,
son libertad para el sufrimiento.

Observando a los escarabajos y las hormigas
aunque nuestras vidas son más, no son más que
la eternidad absorbida por el infinito,
algo como la voz de un niño escuchada
en un sendero escondido del verano
cuando todo lo que tienes ya no está.

(Traducción del inglés hecha por la autora de éste blog)




jueves, 3 de mayo de 2018

el duro de oído

El emperador sin poder
se aburre solo
escribe poemas en un jardín
mientras sus ejércitos
matan y queman. Pero nosotros
en la pobreza, sin amor,
mantenemos alguna relación
con lo auténtico de la infelicidad
humana: hablamos
de las últimas flores, no dañadas
por los insectos, que esperan
solo al frío.