Para la hora del amor tenemos
plumas y cantos de colores.
Cuando el rocío viste
de cristales las espinas
y sólo una mirada basta
para sanar las heridas de tus alas.
Y una sola mirada tuya
me vuelve orquesta la garganta.
La mañana se nos vuelve baile y canto.
Pajarita mía,
chincola de los ojos dorados,
ésta es la única hora
en que volamos.