jueves, 11 de septiembre de 2014

El llanto - 1973

Yo no sé si me comprenderás, padre, en esta forma,
como quisiera que tú me entendieras ahora.
Me ha subido a la garganta no sé como
bruscamente y amontonado un llanto.
Ha sido un hecho incierto, poco común en mi vida,
he tomado la chaqueta con palabras en desorden, hirientes,
he querido ponérmela desesperado,
como si me fuera a faltar el tiempo,
para meterme en las dos mangas los dos brazos,
un brazo a medias trabado en el descosido del forro.
En la otra mano la perilla de la puerta a medio abrir,
y no ha sido la manga ni la puerta
pero por ambas me detuve.
Y he cerrado la puerta, perdido el intento
y apoyada la cabeza detrás de ella
he llorado de manera simple, entrecortada.

Ha venido a suceder este hecho,
tras amarga discusión con mi madre
en que ha quedado de manifiesto el sentido de su vida
y el sentido de la nuestra
y en medio el difícil nudo que cruza ambos sentidos.
La otra explicación es la sangre que corre en estos días.

Sólo que el llanto ha sido muy breve
y ha quedado cercano, suspendido,
pronto a reagruparse, agazapado.
El llanto, padre, no se disuelve para adentro.
Tendrá que llorarse algún día, es seguro.
Eso nos da mucha esperanza.

Érase una vez un hombre - Máximo A. Gedda Ortiz




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