profundo,
profundo en el patio donde él se encuentra, tan profundo
que está velado por sauces que parecen humo por montones,
como cortinas que no cesan o como una pantalla sobre otra pantalla.
Ha dejado su silla de montar y su brida, ahí donde ha estado
siendo más feliz. Desde mi torre no puedo ver su rastro.
Es la tercera luna ahora, y el viento y la lluvia no han llegado;
bloqueo la puerta al anochecer,
pero no puedo impedir la primavera.
Mis ojos con lágrimas preguntan a las flores, pero no pueden darme
una respuesta. Veo pétalos rojos volando por sobre el columpio.
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