Yo nunca descarté
besar el muslo amargo. Aun cuando veía
el vaho en la ventana tocar quise
tu cuerpo. Qué importaba que las calles
de nieve se cubrieran y que blanca
la aldea se perdiera en el silencio
intacto del invierno. Qué importaba
que el súbito derrame nos dejara
cerca insoportablemente
o que permaneciera el cielo siempre
inmóvil y que no encontráramos
en la neutralidad de las estrellas
un refugio.
Para un cuerpo perdido - Christian Anwandter
Ediciones Tácitas Ltda. 2007
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